Hay noticias que tienen un efecto totalmente contrario al pretendido y que en lugar de provocar sobresalto o estupefacción o ganas de ponerse a pensar sobre el tema, lo que ocasionan es un bostezo que se sucede del trillado «¿Y para eso se gastan la pasta haciendo estudios? Pues ya podrían haberme preguntado y hubiésemos acabado antes«.
Pero, independientemente de la inutilidad de determinados «estudios», es ofensivo tratar de desencadenar alarma social a costa de nuestras raigambres y estilo de vida porque, piensen, qué hay de malo en tomarse una cañita a media mañana o en plan aperitivo con la noble intención de hacer un pequeño break que, sin duda, contribuirá a consolidar las analogías con nuestros compañeros de la oficina. No pensarán acaso que resulta elegante o equilibrado saborear una copa de Fanta al tiempo que se degusta un pincho de tortilla o unos pimientitos asados.
Piensen ustedes qué sería de nuestra pujante industria vinícola (un día será comentado el tema) si osáramos rechazar esa botellita de Rioja cosechero con la que regar el menú del mediodía. Además, si mezclado con Casera mengua el posible efecto nocivo que pueda tener sobre la salud. ¿Y qué me dicen de esa costumbre tan castiza de rematar un copioso menú con un carajillo de Veterano? ¿Nunca han oído hablar de la cultura del brandy? Si es que tratan de cargarse nuestras señas de identidad. Y sí, hay quien después del carajillo se atreve con un chupito de Ballantine’s pero eso, además de ser un atributo diferencial del recio varón español, tiene como función adicional la de licor estomacal.
Las jornadas patrias de trabajo son de las más largas de la UE, eso está documentado y debería de hacernos abandonar los necios complejos que nos asaltan cuando estamos frente a, por decir algo, un alemán, por eso la mejor manera de desconectar tras una dura jornada es tomar un par de rondas de tubos junto a los compañeros de fatigas en el bar de la esquina mientras se pone de vuelta y media al incompetente del jefe o se comenta con algazara la transparencia de la blusa de la de contabilidad.
Una vez en casa, lo más normal es que estén retransmitiendo por televisión un emocionante partido de fútbol de treintaidosavos de final de la copa de la UEFA. ¿Hay algo más reconfortante para un mortal que preparar él mismo su propio gintonic y tomárselo junto a unas almendritas saladas mientras su señora fríe unos calamares para cenar?
Sí señores, España bebe, y debemos de sentirnos orgullosos porque todo ello no se realiza sin ton ni son sino con conocimiento, ajustándonos a una idiosincrasia y temperamento que descansa en nobles tradiciones y da pie a nuevas fórmulas de realización cultural como son los megabotellones concertados vía sms, amenos eventos en los que se tiene la posibilidad de conocer a la persona con la que compartirán gastos de hipoteca y con la que fundarán una familia española característica.
Así que no se dejen ustedes influenciar por revelaciones tendenciosas que, a buen seguro, estarán orquestadas desde algún ente separatista y sólo tienen como objeto la confusión del personal y la progresiva pérdida de la identidad nacional. Sigan tomándose su sol y sombra en el bar del bloque y recuerden que si se caen del andamio luego, no será a causa del chupito matutino para entrar en calor o del tercio con el que han acompañado el bocata de lomo, será culpa del capataz y el contratista por no supervisar la correcta aplicación de las medidas obligatorias de seguridad.